17 de junio de 2013

La dialéctica de las pistolas

El fascismo siempre ha sido el último recurso de la burguesía en tiempos de crisis

1 La noche del pasado 15 de abril, el carpintero y militante del Psuv José Luis Ponce fue asesinado de un disparo en la cabeza. Regresaba a su casa luego de impedir que unas personas, estimuladas por el discurso del candidato Henrique Capriles pidiendo a sus partidarios descargar su “arrechera” -esa fue la expresión que usó- por el anuncio del Consejo Nacional Electoral declarando triunfador en las elecciones del 14-A a Nicolás Maduro. El hecho ocurrió en el sector La Limonera, Baruta, y el autor material, Carlos Serrano, fue detenido y acusado por el Ministerio Público de homicidio calificado, tanto en el caso de Ponce como en el de la dirigente del mismo partido Rosiris Reyes. También la Fiscalía acusó de homicidio intencional por la muerte de Hender Bastardo en Cumanacoa (Sucre), a los hermanos José y Rodrigo Hernández. Igual en el municipio Córdova (Táchira), donde José Galvis, Joel Contreras y José Omar León fueron imputados por el homicidio calificado de Henry Rangel La Rosa. En ese estado también fueron imputados Alberto Díaz Galvis e Ibsen Colmenares por la muerte del oficial de la Policía Nacional Bolivariana Keler Guevara. Igual avanza la investigación del asesinato de tres personas en Zulia -entre ellas un niño-, arrolladas con premeditación por el conductor de un camión, y de una persona fallecida a consecuencia de un balazo en la cara, cerca del CNE en el estado. Las víctimas de la violencia que desató el mensaje del excandidato opositor fueron once, y setenta heridos, además de los daños materiales a instalaciones públicas y locales del Psuv.

2 Todo indica que la impunidad, heredada de la IV República, está teniendo respuesta. No en la proporción en que el país aspira, es decir, respuesta rápida e implacable, como debe ser la justicia en democracia. Mas lo cierto es que empieza a verse la luz en el túnel. El papel que cumple el Ministerio Público, dirigido por Luisa Ortega, es determinante en el viraje hacia la responsabilidad y adecentamiento de las instituciones. Reflexionando sobre el dinamismo y coraje que se le imprime hoy por hoy a ese despacho, dije ante un grupo de trabajo que si durante la sórdida etapa puntofijista se hubiese contado con un accionar como el actual, se habría salvado la vida, o evitado la tortura y desaparición, a miles de compatriotas.

3 Hoy más que nunca, tanto el Estado como la sociedad requieren de recursos legales e instituciones sólidas y eficaces para enfrentar una manera de hacer política que se abre paso en el país, apuntalada en el delito y la violencia. El abordaje del tema, en esencia político, como todo cuanto hoy ocurre, es apremiante. ¿A qué me refiero? A que en la sociedad venezolana -al igual que en otras en el mundo- hay una oscura zona de irracionalidad donde se refugia la violencia de un sector social que adopta peculiares formas de acción cuando presiente el peligro. Se trata del fascismo. Latente en tiempo de normalidad, cuando los factores que lo integran no se consideran amenazados, pero capaz de irrumpir con virulencia cuando las circunstancias lo ameritan.

4 El fascismo en países europeos, al igual que en latinoamericanos, tiene diversas expresiones. Pero hay una constante en el fenómeno -en Alemania, Italia; en Francia, Bélgica, Noruega, los Balcanes ocupados, así como en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay. El fascismo siempre ha sido el último recurso de la burguesía en tiempos de crisis. Cuando el sector social, político y económico que detenta el poder es desplazado, opta por reaccionar pateando las reglas de juego. Lo vivió en agraz Venezuela en los años 2002-2003 con el golpe del 11-A, el paro petrolero y el terrorismo. Sólo que ese sector no logró el cometido de retornar para abolir las conquistas de la revolución bolivariana. Pero la tendencia se mantuvo expectante. Consciente de que la repetición del formato de los años de la conjura abrileña fracasaría otra vez, optó por asumir la vía del sufragio. Siempre en la cuerda floja, avanzando sobre ella y manteniendo, simultáneamente, como objetivo la desestabilización tanto en el discurso como en los hechos.

5 Ahora la oposición, cuando la vía electoral le reporta beneficios -pero no suficientes para imponerse en las urnas-, entrega la conducción a un grupo fanático, cultor de la violencia, para el cual la legalidad es una banalidad o un estorbo, que aplica con descaro una política que le permite columpiarse entre la actividad legal y la ilegal. La mención, al comienzo de la columna, del asesinato de once militantes y setenta heridos del Psuv, de asaltos a locales públicos y casas de partido, hechos promovidos con un lenguaje irascible, provocador, sin precedente en el país; es decir, la manifestación rampante de un activismo inspirado en los códigos que el fascismo dejó como legado siniestro -revivido periódicamente feroz resentimiento clasista-, guarda relación con la prédica de José Antonio Primo de Rivera en la España acosada por el fantasma de la guerra civil. El fundador de la Falange comandó a un grupo de jóvenes agitadores políticos que actuaba en representación de una clase social asustada con la crisis y el estímulo de la derecha autoritaria, con el propósito de crear condiciones para un levantamiento militar. Primo de Rivera dijo entonces, en un discurso en el Teatro La Comedia de Madrid: “Si nuestros objetivos han de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de la comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria”.


6 La “dialéctica de las pistolas” funciona ya en Venezuela. El pasado 15 de abril el país vivió una demostración contundente de ese tipo de violencia, que el mismo sector político-social llevó a cabo mediante el mensaje y la acción el 2002 con el golpe del 11-A, el petrolero y la guarimba en las calles. Acciones de las que nunca se arrepintió y que, por el contrario, reivindica con nostalgia. Ese sector pretende repetir el formato. Por eso desestima o, simplemente, no le importan los once muertos, los setenta heridos y los daños a propiedades del Estado y partidistas. A lo sumo, los autores intelectuales afirman con cinismo que la cifra es irrelevante ante el número de víctimas que provoca el hampa. Pero la condición infrahumana, la miseria de quienes alentaron ese episodio, premonitorio de lo que tienen planeado; de la disposición irreductible de utilizar el atajo de la subversión para llegar a donde sea necesario, se refleja en lo siguiente: Un entrevistador del canal Telemundo -José Díaz Balart- le preguntó a Capriles acerca de lo dicho por el canciller Jaua a funcionarios de EEUU sobre su responsabilidad (la de Capriles) en las 10 muertes causadas por la violencia de su discurso después de la elección de Maduro, y el excandidato respondió: “¡Nos tiene sin cuidado lo que diga!”. La vida humana tiene sin cuidado a Capriles -¿y a sus seguidores? Once muertos no dan ni para una aclaratoria. No importa sacrificar la vida humana en el altar de la irracionalidad política, impuesta -como dijera el fascista español- con la “dialéctica de las pistolas”. El fenómeno del fascismo en Venezuela ya no es posibilidad sino realidad; no es ficción, sino concreción de un pensamiento, en apariencia anacrónico, pero que subyace como respuesta al miedo letal de un sector social que avanza a través del entramado institucional y la quiebra de valores fundamentales. 


Es este el mayor desafío que hoy enfrenta la democracia venezolana. Que, además, tiene nombres y apellidos.
José Vicente Rangel



8 de junio de 2013

La prensa vende mentiras a la gente

Espantajos como las armas de destrucción masiva, la falsificación de la Plaza Verde de Trípoli, las mil campañas de descrédito, etc., nos dicen que no es posible creer nada al totalitarismo mediático mundial. ¿Para qué sirven entonces esos medios? Obviamente para manipular, que no es poca cosa. Pero hay algo peor.

La manipulación no solo descamina con informaciones que cuando no son falsas son trivializadas. Es decir, nos desbordan de datos sobre la realeza, las burguesías, las farándulas, los lujos, las cancioncitas, los chismes. Y aun tratándose de noticias importantes, protestas, guerras, la información es escamoteada, banalizada, abaratada y casi siempre distorsionada. Han ido cayendo uno a uno los medios que alguna vez tuvieron prestancia profesional y ética. El más reciente fue para mí luctuoso: The New Yorker, la mejor revista del mundo, acaba de publicar un reportaje intelectual y moralmente miserable sobre la Torre de David de Caracas, que hasta a Ismael García le daría vergüenza firmar. ¡Nada menos que The New Yorker!

La mentira es útil, naturalmente. Todos lo sabemos porque alguna vez, o muchas, hemos dicho mentiras de diversos calibres. La falsedad descamina, confunde, embauca, seduce, distrae y muchos efectos más. Es utilísima en la guerra, en la que, como es harto sabido, la primera víctima es la verdad. La mentira es, pues, servicial así en la paz como en la guerra.

Pero intentemos examinar otra repercusión tal vez peor, si cabe.

Cuando los medios mundiales se copian unos a otros la misma mentira, conforman lo que se ha llamado una matriz de opinión. Nótese cómo articulan los mismos epítetos sobre los mismos temas. Hablan de Cuba y siempre la asocian con algún hecho adverso, preferiblemente imaginario, lo que garantiza su enormidad. Casi nunca se la asocia con algún triunfo médico, algún desarrollo literario, pues según ellos nunca pasa nada bueno en Cuba.

Mucha gente de pensamiento, con razón, desea mantener su fundamental libertad de espíritu. Pues bien, ese albedrío es manipulado perversamente por los medios. Crean un campo de fuerza para extorsionar. Así, si osas acercarte a Cuba, Siria, Venezuela o a cualquier país satanizado, te obligan a marcar alguna mínima distancia para librarte de la acusación velada o abierta de docilidad ideológica, lo que descalificaría a cualquier intelectual.

Pero hay quienes van más allá de una mera declaración desvinculante de toda sospecha de comparsa. Llegan a desertar y retractarse de toda fidelidad a sus ideales originarios. Así, de crítica velada en crítica abierta, de desmarcaje en ruptura parcial acaban en ruptura total y definitiva, a menudo vocinglera.

Razones hubo para eso con el llamado socialismo real, desde los Juicios de Moscú hasta el genocidio del Jmer Rojo en Kampuchea Democrática, como el gobierno de Pol Pot llamó a Camboya. Esos antecedentes patibularios imponen un pasivo al socialismo que lo hace intransitable para mucha gente, sea que genuinamente quiera salvar su responsabilidad ante posibles desmanes, hasta quienes estaban impacientes por desertar y no encontraban la manera. Para ese chantaje también sirve el totalitarismo mediático.


Por Roberto Hernández Montoya


7 de junio de 2013

Elevar las fuerzas productivas sin inmolarse

El dilema es propio de todas las revoluciones: ¿Cómo aumentar la producción sin entregarse en las manos de la cultura capitalista? 

Una errada respuesta es fracaso seguro. La Unión Soviética, ya lo dijo el Che, buscó productividad en las armas melladas del capitalismo y se hundió en el egoísmo que éstas llevan consigo. A China le pasó otro tanto. Los clásicos detectaron una relación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y la estudiaron en lo que podríamos llamar las organizaciones sociales del egoísmo, todas las conocidas desde el principio de los días. En ellas el cambio ha sido fundamentalmente en lo económico, pero lo esencial del alma de todos estos sistemas, el egoísmo, ha permanecido, y la división de clases y la fragmentación social siguen intactas. La Revolución burguesa, por ejemplo, no modificó en lo esencial el egoísmo heredado, la cultura de la monarquía. La esclavitud fue abolida en lo económico, pero su esencia cultural todavía campea.

Chávez relataba el pasaje de Los Miserables donde un viejo moribundo le dice al cura que lo conforta que la Revolución Francesa había derribado los molinos, pero el viento que los movía seguía soplando. La conciencia, la cultura no se había modificado, es que la burguesía no tenía necesidad de hacerlo, podía edificar su imperio sobre la misma esencia espiritual.

La Revolución de estos tiempos, el inmenso salto social que el Socialismo supone, precisa, ante todo, un cambio radical en la conciencia. Es imprescindible superar el egoísmo heredado de milenios de sociedades divididas en clases, esto es suficiente para los revolucionarios percatarse del inmenso reto. Pero hay más, las Revoluciones han ocurrido en sociedades de poco desarrollo de las fuerzas productivas, quizá porque es allí donde están poco desarrollados los medios de manipulación de la sociedad, entonces el reto de elevar las fuerzas productivas se hace central para la revolución.

¿Qué hacer? Ya sabemos que usar las armas melladas no es el camino, mucho menos poner esta elevación en manos del capitalismo. Entonces ¿Cuál es la vía? La respuesta está en la Revolución Cubana, en el Che Guevara. Veamos.

La Revolución Cubana resiste un brutal cerco imperial y superó la caída del campo socialista. Resiste hoy con heroísmo las difíciles circunstancias de ser quizá el único faro de Socialismo de toda la humanidad. La Revolución Cubana es un fenómeno que debemos estudiar.
La respuesta está en el pensamiento del Che y de Fidel. Ellos, desde el origen mismo de la Revolución, desde el Moncada, se guiaron por el principio: "lo principal es la conciencia, crear riqueza a partir de la conciencia y no conciencia a partir de la riqueza". Este axioma resume la solución del qué hacer para elevar las fuerzas productivas en la Revolución en los países poco desarrollados. Ellos sabían que había que voltear la concepción dogmática de elevar la productividad en desmedro de la conciencia. Lo correcto es elevar la conciencia, y desde allí la productividad. Y no se equivocaron, han resistido…