Ya he abordado en mis artículos [1] los principales desafíos que Rusia enfrenta hoy en materia de política exterior. El tema merece, sin embargo, une discusión más detallada, y no sólo porque la política exterior sea parte integrante de toda estrategia nacional. Los desafíos externos y la evolución del mundo que nos rodea nos llevan a tomar decisiones de orden económico, cultural, presupuestario y en materia de inversiones.
Rusia forma parte de un vasto mundo, tanto desde el punto de vista de la economía y la difusión de la información como en lo tocante a la cultura. No podemos ni queremos aislarnos. Esperamos que nuestra apertura permita mejorar el bienestar y la cultura de los ciudadanos rusos y fortalecer la confianza, que está convirtiéndose en un recurso difícil de encontrar.
Pero nos apoyaremos sistemáticamente en nuestros propios intereses y objetivos, y no en decisiones dictadas por terceros. A Rusia sólo se le respeta y se le toma en serio cuando es fuerte y cuando defiende sus posiciones con firmeza. Rusia ha tenido prácticamente siempre el privilegio de poder aplicar una política exterior independiente. Y así será en el futuro. Más aún, tengo la convicción de que sólo es posible garantizar la seguridad mundial con el concurso de Rusia, y no tratando de marginarla y de debilitar sus posiciones y su capacidad de defensa.
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